Domingo

Ayer doblé la ropa recién lavada escuchando el final de la entrevista en Longform a Rachel Kaadzi Ghansah. Después Lavé los platos escuchando entera la que le hicieron también los de Longform a Hillary Rodham Clinton. Así terminó mi domingo caluroso y húmedo de fin del verano donde me pasé leyendo el artículo sobre La Ciénaga de Lucrecia Martel que escribió una amiga hace varios años para un congreso.

El artículo es precioso. Son solo unas doce páginas pero me demoré en terminarlo porque lo pude leer de a trozos; en los ratitos que quedaron libres entre hamacar a la hija en el parque, cambiar un pañal, preparar el almuerzo y armar muebles de Ikea. Me encantó porque me resulta raro leer no ficción bien escrita en español. Prosa concisa, sin firuletes al pedo. Me encantó además porque me dejó con una idea poderosa que reverberó en mi cabeza cuando escuché esas dos entrevistas más tarde.

Uno de los puntos centrales del artículo es que la película muestra crudamente como el racismo, las relaciones de clase y la estructura patriarcal de la familia en el noroeste argentino son descendientes directos de la época colonial. La idea poderosa detrás de esto es que las estructuras sociales persisten durante muchas generaciones y sus causas se hacen completamente invisibles para los que las habitan. Esta amiga cita en el artículo a Bourdieu en “La dominación masculina” para expandirse específicamente sobre las relaciones patriarcales en la película.

Más tarde, cuando escuchaba a Rachel Kaadzi Ghansah hablar de su artículo sobre Dylan Roof, le oí hablar del mismo fenómeno en el contexto del racismo en Estados Unidos. Ella se detiene a describir como los blancos pobres del sur, de donde viene cultural y geográficamente este asesino/terrorista, siguen leyendo la realidad con el mismo lente racial de la época escalvista y sienten rabia cuando su raza no les asegura privilegio social. La sociedad cambió moderadamente hacia la igualdad racial pero ellos no son capaces de procesar ese modesto movimiento de paradigma y reaccionan acribillando jubilados en iglesias. Kaadzi Ghansah dice que esta gente, que no está circunscripta al sur ni a los pobres, en el fondo reclama en su postura de supremacía racial derechos y privilegios que les pertenecen por ser los verdaderos Americanos. Derechos y privilegios que el resto de la sociedad, y los afro-americanos muy especialmente, sienten que deben ser ganados al seguir los preceptos de la esencia estadounidense: trabajar duro, creer en sí mismos y sacar a la familia adelante a pesar de todo.

De la entrevista de Hillary me llamó la atención como este concepto aparece de nuevo en dos causas importantes de su derrota electoral. Lo primero es evidente y es la influencia de la misoginia y machismo en la elección. Como un tipo que se jacta públicamente haber abusado de mujeres es elegido presidente. Como el machismo sigue intacto a pesar de que la igualdad de género esté consagrada legalmente hace ya bastante. Esto es obvio pero aparece en la entrevista por todos lados de formas sutiles pero también explícitas porque hay un capítulo de su último libro dedicado a la misoginia. Lo que no esta explícito pero rezuma por todo el episodio es el colonialismo. Hillary cuenta cómo siendo secretaria de estado se pasó explicándole a gente de otros países que la democracia es un trabajo difícil y que hay que aceptar los resultados electorales incómodos porque las instituciones son más importantes que los gobernantes. Lo cuenta porque ahora a ella le tocó perder y perder parcialmente por interferencias no democráticas en el proceso electoral, aludiendo a los rusos. Esta es una muestra solamente pero esa condescendencia amiga no te la robo. Los gringos están atrapados en su visión colonialista y no los va a sacar nadie de ahí. No importa cuan de izquierda sea tu interlocutor, si es gringo va a creer visceralmente que este país es el modelo democrático del mundo y que los demás nos quejamos porque no entendemos nada. Esa arrogancia le jugó en contra a los demócratas que no pudieron aceptar, que sigue sin pasarles por la cabeza, que las instituciones no son lo que sostienen una sociedad si no exactamente lo opuesto. Es que cuando sos supersticioso y ganás tres veces seguidas la lotería andá que te expliquen que la suerte no existe.

Este es un blog que cumple trece años hoy. La gracia de tener un blog es que puedo escribir estas cosas obvias como para acordármelas después nomás, sin mucha pretensión. Ahora estoy casado con una académica, leo ávidamente ensayos sobre casi cualquier tema y me encanta no tener el peso de tener que explicar un marco teórico o investigar la epistemología de las ideas que pongo acá. Es liberador. Esta libertad, sin embargo es relativamente nueva para mi. Me estoy dando permiso en este post de escribir cosas sin mucho rigor porque mi estándar sobre el ensayo como género literario es tan alto ahora que jamás escribiría nada si no me despojara del preciosismo.

Nos leemos.

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