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Diecinueve años. Mi sobrino tiene diecinueve, este sitio cumple hoy diecinueve años. Me lo recuerda como siempre el correo con las actividades del día que me envía el calendario de google a las cinco de la mañana.

Este cumpleaños me agarra en un La Colombe en South Boston; vine a visitar un cliente de mi actual empleador. Ahora estoy terminando de desayunar y procrastino ponerme a trabajar en las reuniones de la semana.

Cuando venía a este barrio por trabajo, hace cinco o seis años, no había mucha cosa. Este es el clásico cuento de la reingeniería urbana de un área portuaria en condominios de lujo y cafeterías de lattes de ocho dólares. Solo falta la sucursal de Aesop que sospecho no tardará en aparecer.

Hace unos cinco o seis años mudé el sitio de donde estaba a AWS y le puse una de estas versiones de WordPress que se actualizan solas. Entonces cada vez que entro al administrador de El Abra me siento bastante perdido, como visitando un barrio que cambió mucho depués de que te mudaste: familiar pero completamente nuevo.

La semana pasada volviendo de entrenar tuve un rato de lucidez y se me ocurrió escribir acá sobre lo equivocado de esta crítica a Whiplash, película que había visto un par de días antes. Whiplash no es sobre Jazz -es sobre el parricidio adolescente-, y los que no entienden el Jazz como lo siente el articulista no es el director si no los personajes, esa es una de las claves de la película.

Le comenté a Analía que ese tema pega bastante con este blog por aquel post sobre la monocultura popular de los ochentas y noventas en Uruguay causada por la falta de la TV cable o internet. Un post que innauguró mi voz literaria en este antro.

En el 2023 no me resulta descabellado tener un diálogo con un artículo de crítica cultural publicado hace una década. Eso me parece un fenómeno relativamente nuevo pero que está tomando bastante fuerza también en la prensa. La New Yorker me manda los domingos una newsletter ostensiblemente para refritar su archivo pero que generalmente dialoga con él.

Ese experimento no siempre sale bien. Hace un par de semanas leí este artículo donde un flaco que creció en Cobble Hill en los noventas dialoga con otra historia de 1977 que relata la invención de ese barrio de Brooklyn por un par de gentrificadores blancos. Este chico intenta ser a la vez empático con la generación de sus padres -esos gentrificadores-, crítico con la gentrificación en general, y a la vez hacer un proto-perfil de autor del artículo de los setentas.

No le sale nada bien ese menjunje y el artículo se queda a medias entre un ensayo personal á la 2000s (ver cualquier cosa de la n+1) y un artículo clásico de la New Yorker.

A veces es difícil volver al barrio después de veinte años y poder describirlo con lucidez.

Seguiremos intentando.

46

Al filo de cumplir 46 años creo entender la esencia de esta década: los cuarentas son para mi el final de la sensación de omnipotencia que tuve durante mis treintas.

No me refiero a sentir impotencia. Yo siento que el mundo está a mis pies todavía, incluso más que antes. Ahora tengo la experiencia, el privilegio de la edad, plata, contactos, una pareja que amo, hijes que me inspiran todos los días, ideas interesantes y un cuerpo que todavía me sorprende gratamente con las cosas que puedo hacer en este mundo.

La omnipotencia de la que hablo es la ilusión de que la única limitante para mis proyectos fueran mis ideas y deseos. Hace diez años no se me ocurrían cosas para hacer que a la vez me motivaran lo suficiente para entregármeles. Ahora me pasa lo opuesto: estoy haciendo demasiadas cosas deliberadamente y todas a medias.

Esa omnipotencia tampoco era cómoda. La ansiedad galopante de mis treintas radicaba en un FOMO horrible. En la certeza de estar desperdiciando mi vida sin saber qué hacer con mi potencial.

Ahora tengo una idea bastante clara de qué hacer con mi potencial y eso me tiene mucho más tranquilo y enfocado. El problema ahora es poder priorizar. ¿Cómo carajo se tiene una vida intelectual, creativa, profesional, familiar, de pareja, social, introspectiva y físicamente activa en un mes de 720 horas?

Por ahora la respuesta es ir priorizando de a épocas. Por ejemplo este mes no hice casi deporte y el mes pasado no vi a nadie fuera de mi familia, el mes que viene supongo que no leeré ni una novela y todo así. 

Lo bueno de los cuarenta, entonces, es que al disminuir la ansiedad desesperante de los omnipotente treintas me puedo dar permiso de poner cosas en pausa sin miedo a abandonarlas del todo. 

En suma: ahora me tengo un poco más de paciencia.

Cripto

El argumento fallido de los proponentes de la criptoilusión es creer que las normas son precursoras de las actividades sociales: si tan solo podemos sacar del medio a los organismos reguladores como bancos centrales (criptomonedas) y judiciales (criptocontratos) entonces todos seremos más libres y felices, saldrá chocolate de nuestras canillas.

Ese mismo argumento, sin embargo, es el que hará triunfar a al menos una parte de esta criptomanía. Las normas siguen a las sociedades. Si una masa crítica de gente poderosa adopta esta tecnología inane, su poder lo volverá norma: los inversores con plata en criptobienes van a defender su legitimidad de su valor con uñas y dientes.

Esta tecnología es innecesaria, dañina y reproductora del sistema injusto en el que vivimos. Por eso mismo va a volverse inevitable.

La Samaritaine

En 2005 dejé mi trabajo y me fui de viaje. Pasé por París y un par de meses más tarde compré en un kiosco de Manhattan una New Yorker. La compré por curiosidad. Había leído alguna cosa suelta linkeada por Kottke, a quien leía regularmente por aquel tiempo e inspiró este blog.

Recuerdo que a pesar de mis expectativas no le encontré mucha gracia. Los «Goings on about town» no estaban pensados para mi y los artículos eran densos como para leer en un parque. Yo no era el público objetivo de la revista en aquel entonces.

Guardé la copia de la revista entre muchos mementos y la terminé leyendo toda durante el resto del 2005. En algún lugar, sospecho que ya de vuelta en Montevideo, me topé en la página 56 con este texto de Adam Gopnik sobre París. Un texto que me hizo entender mucho más al París que había visitado hacía unos meses pero mucho más importante me hizo entender de qué se trataba la revista.

Hace unos días me enteré de que la tienda «La Samaritaine» reabrió sus puertas después de estar cerrada desde 2005 y en seguida me acordé del artículo, de París en 2005 y mi descubrimiento del periodismo y de la crítica cultural.

Releyendo el texto es fácil ver por qué me llamó tanto la atención: ese texto es ejemplar de un género nuevo para el Javier de 2005. Una mezcla de noticias, historia, opinión y crítica. Un artículo perfectamente representativo del estilo de la New Yorker contemporánea.

Creep

Hace once años que vivo fuera de Uruguay y ya estoy bien acomodado en el rol de expatriado. No me siento raro cuando vuelvo de visita ni me agendo millones de asados para ver gente por cinco minutos. Tampoco extraño la comida o la playa. Me sigue faltando la cercanía de la familia y los amigos pero también hice las pases con eso y tengo una relación saludable con extrañar afectos, le pude encontrar la vuelta.

Hace tanto de esa primera partida que tampoco me extraño a mi mismo en Uruguay. Es que ya no tengo nada que ver con la persona que se fue y la nostalgia que siento sobre Uruguay de vez en cuando es la misma que sentiría estando allá. Creo. No es que uno tenga grupo de control para validad teorías.

Lo que me sigo preguntando de vez en cuando es qué estoy haciendo acá. ¿Por qué vivo en NYC? ¿Qué me motiva vivir lejos de la familia extendida de mi hija? ¿Hay una razón por la que no quiera volver a Montevideo? ¿Quiero volver a Montevideo? ¿Estoy acá por inercia o porque es lo que quiero hacer? La lista sigue y no me importa detenerme en las respuestas porque cambian todo el tiempo. Cada vez que me meto por ese camino introspectivo lo único que tengo claro es que si me mudo a Uruguay todas esas preguntas van a seguir persiguiéndome.

Al fin y al cabo uno siempre está eligiendo hacer lo que hace y vivir lo que vive (white people problems, I know). Usted, querido lector, está eligiendo por omisión vivir en su ciudad cada día que no se muda. El haber emigrado simplemente me ayuda a recordar de vez en cuando que estoy viviendo la vida que me gusta. Que estoy un cachito más cerca de la felicidad.

Domingo

Ayer doblé la ropa recién lavada escuchando el final de la entrevista en Longform a Rachel Kaadzi Ghansah. Después Lavé los platos escuchando entera la que le hicieron también los de Longform a Hillary Rodham Clinton. Así terminó mi domingo caluroso y húmedo de fin del verano donde me pasé leyendo el artículo sobre La Ciénaga de Lucrecia Martel que escribió una amiga hace varios años para un congreso.

El artículo es precioso. Son solo unas doce páginas pero me demoré en terminarlo porque lo pude leer de a trozos; en los ratitos que quedaron libres entre hamacar a la hija en el parque, cambiar un pañal, preparar el almuerzo y armar muebles de Ikea. Me encantó porque me resulta raro leer no ficción bien escrita en español. Prosa concisa, sin firuletes al pedo. Me encantó además porque me dejó con una idea poderosa que reverberó en mi cabeza cuando escuché esas dos entrevistas más tarde.

Uno de los puntos centrales del artículo es que la película muestra crudamente como el racismo, las relaciones de clase y la estructura patriarcal de la familia en el noroeste argentino son descendientes directos de la época colonial. La idea poderosa detrás de esto es que las estructuras sociales persisten durante muchas generaciones y sus causas se hacen completamente invisibles para los que las habitan. Esta amiga cita en el artículo a Bourdieu en “La dominación masculina” para expandirse específicamente sobre las relaciones patriarcales en la película.

Más tarde, cuando escuchaba a Rachel Kaadzi Ghansah hablar de su artículo sobre Dylan Roof, le oí hablar del mismo fenómeno en el contexto del racismo en Estados Unidos. Ella se detiene a describir como los blancos pobres del sur, de donde viene cultural y geográficamente este asesino/terrorista, siguen leyendo la realidad con el mismo lente racial de la época escalvista y sienten rabia cuando su raza no les asegura privilegio social. La sociedad cambió moderadamente hacia la igualdad racial pero ellos no son capaces de procesar ese modesto movimiento de paradigma y reaccionan acribillando jubilados en iglesias. Kaadzi Ghansah dice que esta gente, que no está circunscripta al sur ni a los pobres, en el fondo reclama en su postura de supremacía racial derechos y privilegios que les pertenecen por ser los verdaderos Americanos. Derechos y privilegios que el resto de la sociedad, y los afro-americanos muy especialmente, sienten que deben ser ganados al seguir los preceptos de la esencia estadounidense: trabajar duro, creer en sí mismos y sacar a la familia adelante a pesar de todo.

De la entrevista de Hillary me llamó la atención como este concepto aparece de nuevo en dos causas importantes de su derrota electoral. Lo primero es evidente y es la influencia de la misoginia y machismo en la elección. Como un tipo que se jacta públicamente haber abusado de mujeres es elegido presidente. Como el machismo sigue intacto a pesar de que la igualdad de género esté consagrada legalmente hace ya bastante. Esto es obvio pero aparece en la entrevista por todos lados de formas sutiles pero también explícitas porque hay un capítulo de su último libro dedicado a la misoginia. Lo que no esta explícito pero rezuma por todo el episodio es el colonialismo. Hillary cuenta cómo siendo secretaria de estado se pasó explicándole a gente de otros países que la democracia es un trabajo difícil y que hay que aceptar los resultados electorales incómodos porque las instituciones son más importantes que los gobernantes. Lo cuenta porque ahora a ella le tocó perder y perder parcialmente por interferencias no democráticas en el proceso electoral, aludiendo a los rusos. Esta es una muestra solamente pero esa condescendencia amiga no te la robo. Los gringos están atrapados en su visión colonialista y no los va a sacar nadie de ahí. No importa cuan de izquierda sea tu interlocutor, si es gringo va a creer visceralmente que este país es el modelo democrático del mundo y que los demás nos quejamos porque no entendemos nada. Esa arrogancia le jugó en contra a los demócratas que no pudieron aceptar, que sigue sin pasarles por la cabeza, que las instituciones no son lo que sostienen una sociedad si no exactamente lo opuesto. Es que cuando sos supersticioso y ganás tres veces seguidas la lotería andá que te expliquen que la suerte no existe.

Este es un blog que cumple trece años hoy. La gracia de tener un blog es que puedo escribir estas cosas obvias como para acordármelas después nomás, sin mucha pretensión. Ahora estoy casado con una académica, leo ávidamente ensayos sobre casi cualquier tema y me encanta no tener el peso de tener que explicar un marco teórico o investigar la epistemología de las ideas que pongo acá. Es liberador. Esta libertad, sin embargo es relativamente nueva para mi. Me estoy dando permiso en este post de escribir cosas sin mucho rigor porque mi estándar sobre el ensayo como género literario es tan alto ahora que jamás escribiría nada si no me despojara del preciosismo.

Nos leemos.

Anil

Anil era una Figura Prominente cuando yo empecé este blog en el 2004. Era uno de los capos de Movable Type, la competencia comercial a WordPress. Yo no lo seguía y no tengo claro porqué. De Movable Type me parecía interesante que generaban el html estático cada vez que posteabas. Eso hacía los sitios impenetrables a los hackers y muy escalables. WordPress todavía tiene problemas en ambos frentes. A mi me parecía de cierta forma que esa estrategia era hacer trampa. Ahora me avergüenzo un poco de esa opinión. Tal vez fuera por eso que no lo seguía a Anil. Yo era fan de Kottke y no podía pagar MT. (Tampoco seguía a Andy Baio y para eso no tengo racionalización posible)

Igual Anil me cayó muy bien cuando le tapó la boca a los mercachifles en el SEO contest de 2004. La idea del concurso era básicamente lograr que tu página sea el primer resultado en google para una combinación de términos de búsqueda que dieran cero resultados al comienzo. Una medida de pitos de SEO. Anil los cagó a todos pidiéndole a la blogósfera que apuntaran a él. Su punto era que el contenido auténtico, la actividad humana en internet, podía contra todas las tácticas de los chantas del SEO. Y mostró que, al menos en 2004, eso era así.

Después el RSS se desvaneció. Yo dejé de leer blogs diariamente mientras nos pasamos todos a twitter. De hecho tardé años en seguir a Kottke ahí. A Anil le perdí completamente la pista hasta hace unos meses.

Un poco antes de las elecciones acá en Estados Unidos Anil empezó a aparecer en mi timeline con un discurso escéptico de la cultura de las empresas de tecnología alimentadas por el capital de riesgo y embanderado con la lucha contra la discriminación de las minorías en la industria, especialmente siendo él parte de la más numerosas. No voy a resumir acá sus puntos de vista pero digamos que estoy muy alineado con su forma de pensar. Lo seguí en twitter.

Luego de las elecciones la burbuja de la gente de tecnología preocupada por la inequidad y las minorías se empezó a movilizar mucho. Hay mucho por hacer, mucho que perder y poca gente alzando la voz. Especialmente entre los líderes de las empresas de tecnología más grandes. Simultáneamente Anil fue contratado como CEO de Fog Creek. Una empresa muy chica y realmente menor en la industria de la tecnología pero muy influyente. Su fundador, Joel Spolsky es uno de los popes de los nerds que creen en escribir buen software sin compromisos. Otro aspecto radical de Fog Creek es que le paga bien a la gente, les da una oficina con puerta a cada empleado, es transparente con la escala de salarios, no tiene vendedores y crece orgánicamente. Unos idealistas y por lo tanto muy respetados e influyentes en la comunidad global de programadores e ingenieros. Tanto así que Joel creó hace unos años stackoverflow.com. Eso a ustedes probablemente no les diga nada pero es básicamente google+wikipedia para los programadores. Es la herramienta de productividad más importante que ha surgido en la industria en los últimos 10 años (claim mine).

Anil desde entonces redobló su actitud de confrontar a sus (ahora) pares CEOs de la industria y exigirles que estén al la altura de las circunstancias. Eso me genera mucho respeto. Tanto que decidí escribir este pequeño elogio. Préstenle atención. Lean lo que escribe. No cometan la torpeza de ignorarlo, como yo, por más de 12 años.

Miedo y rabia

Supongo que cuando se siente amenazado cada uno se atrinchera para proteger lo que más le duele perder. El resultado de la elección de ayer en Estados Unidos da mucho, mucho miedo y por eso las reacciones son tan diversas como intereses hay. Leo gente prometer luchar cada día contra el racismo casual. Oigo gente desanimarse por el retroceso de los derechos LGBT previsible en los próximos años. En twitter escriben muchas mujeres interpretando esto como una victoria machista por sobre todas las cosas. Algunos amigos por Whatsapp vaticinan debacles económicas. Etcétera.

Mi rabia pasa por presenciar una vez más el triunfo de una forma de moverse en el mundo contra la que me siento indefenso. Me pone muy mal confirmar que el profesionalismo no tiene ninguna oportunidad de ganarle al patoteo y el engaño. Me deprime mucho porque soy incapaz no ya de patotear y engañar si no de defenderme del patoteo y el engaño. Ver triunfar a un chanta me toca una fibra personal que me desarma completamente.

El señor que ganó ayer además de ser misógino, racista y populista es sobre todas las cosas un chanta patotero. Toda su marca personal, programa de tele incluido, se basa en la fascinación que se tiene en este país con la figura del hustler. El engaño como herramienta del éxito está sentado junto a la inteligencia y trabajo duro en el olimpo de la mitología de negocios gringa. Si uno se rompe el lomo y es lo suficientemente inteligente para ventajear a los demás tiene el ticket del upgrade social asegurado. Visto así esta campaña terminó con el único resultado lógico. A nadie le importa cómo se deben hacer las cosas, la gente cree lo que quiere creer y siempre gana el que dice lo que quieren escuchar. Vender es convencer. El sueño americano. Etcétera.

Como soy un hombre blanco heterosexual con educación universitaria mi duelo personal es bastante abstracto simplemente porque estoy en la cúspide del privilegio. Eso no quiere decir que todas las otras razones para estar horrorizado me resulten indiferentes pero hoy hablo desde el miedo y el miedo es caprichoso.

Fideicomiso público de datos

Siguiendo con la racha de volcar ideas en el blog a modo de borrador pongo esta porque no me entra en un tweet.

Un fideicomiso público que administre corpus de datos generados o recabados por entidades públicas o privadas que sean valiosos o sensibles para la sociedad. Necesario en los casos en que las entidades responsables de los datos (una agencia gubernamental, una empresa privada) no tenga las garantías para protegerlos. El otro escenario donde veo la necesidad de esta figura es cuando esas entidades responsables de los datos desaparecen (se disuelve una agencia estatal o da quiebra una empresa privada) poniendo en riesgo la integridad de los datos o simplemente que sean mal utilizados. Un tercer uso puede ser gestionar datos que sean donados por entidades privadas, gobiernos extranjeros u organismos internacionales.

Para mi tiene que estar estructurado como un fideicomiso independiente con representación de la sociedad y los tres poderes estatales para brindar garantías.

Tirar una idea así sin hacer la investigación del caso me da bastante miedo. Estoy seguro de que esto ha sido discutido en alguna parte pero no tengo tiempo de investigar mucho.

Algunos ejemplos:

  • Un supermercado da quiebra y el juez dictamina que los datos de la empresa van a parar al fideicomiso
  • La división convenios del Inau le pasa al fideicomiso la gestión de los datos que manejaba un hogar que fue clausurado
  • Una comisión de fomento de un liceo hace una encuesta y le transfiere los datos al fideicomiso