46

Al filo de cumplir 46 años creo entender la esencia de esta década: los cuarentas son para mi el final de la sensación de omnipotencia que tuve durante mis treintas.

No me refiero a sentir impotencia. Yo siento que el mundo está a mis pies todavía, incluso más que antes. Ahora tengo la experiencia, el privilegio de la edad, plata, contactos, una pareja que amo, hijes que me inspiran todos los días, ideas interesantes y un cuerpo que todavía me sorprende gratamente con las cosas que puedo hacer en este mundo.

La omnipotencia de la que hablo es la ilusión de que la única limitante para mis proyectos fueran mis ideas y deseos. Hace diez años no se me ocurrían cosas para hacer que a la vez me motivaran lo suficiente para entregármeles. Ahora me pasa lo opuesto: estoy haciendo demasiadas cosas deliberadamente y todas a medias.

Esa omnipotencia tampoco era cómoda. La ansiedad galopante de mis treintas radicaba en un FOMO horrible. En la certeza de estar desperdiciando mi vida sin saber qué hacer con mi potencial.

Ahora tengo una idea bastante clara de qué hacer con mi potencial y eso me tiene mucho más tranquilo y enfocado. El problema ahora es poder priorizar. ¿Cómo carajo se tiene una vida intelectual, creativa, profesional, familiar, de pareja, social, introspectiva y físicamente activa en un mes de 720 horas?

Por ahora la respuesta es ir priorizando de a épocas. Por ejemplo este mes no hice casi deporte y el mes pasado no vi a nadie fuera de mi familia, el mes que viene supongo que no leeré ni una novela y todo así. 

Lo bueno de los cuarenta, entonces, es que al disminuir la ansiedad desesperante de los omnipotente treintas me puedo dar permiso de poner cosas en pausa sin miedo a abandonarlas del todo. 

En suma: ahora me tengo un poco más de paciencia.

2 comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.