En Munich la bajadita de fin de año es un poco diferente a la Montevideana. Saben de que hablo, esa sensación que se instala aproximadamente a mediados de noviembre, donde todo empieza a posponerse hasta marzo.
Para empezar, esta gente se empeña en llamarle año a un período que no empieza ni termina en Verano, cosa que evidentemente afecta el significado de estas fechas.
Para nosotros, la bajada es un una pendiente suave, por donde uno se va deslizando lentamente, hasta terminar tirado en una playa a mediados de enero, recuperándose de la resaca de las dos últimas semanas de diciembre.
Para los locales, esto es más parecido a la caída libre de una montaña rusa. Que arranca el próximo sábado con la Wies’n (la Oktoberfest), sigue con halloween, pasa por navidad y termina en año nuevo, o Silvester, como le dicen acá.
Todo esto se sentirá en la calle, en los comercios, y en el campo, donde ya se empezaron a ver los montones de calabazas de donde uno puede comprar las que quiera simplemente poniendo el importe apropiado en la cajita solitaria clavada en un poste.
Por ahora tendremos unos días más de aire relativamente tibio, arboles con hojas, seis millones de litros de cerveza y seis millones de turistas. Todo eso desaparecerá la primer semana de octubre. Cuando queramos acordar estaremos enterrados de cabeza, a principios de enero, en un par de metros de nieve.
Endemientras intentaré escribir una serie de pequeños posts acerca de mis impresiones de Alemania y los alemanes, luego de un año de vivir acá. Quiero aprovechar este momento en que ya conozco lo suficiente como para poder decir algo, pero siendo a la vez todavía un outsider.
Este punto de vista un tanto naif es algo que supongo iré perdiendo de a poco, y que quiero precisamente por eso, aprovechar ahora.
Bis später.
Es bienvenido, claro.